Enrique Echeburúa visitó Chile esta semana para participar en seminarios sobre adicción a internet y ludopatía. Afirma que es necesario un trabajo de padres y educadores en la infancia.

echeburuafoto_131114-L0x0Aunque las redes sociales, internet y las nuevas tecnologías en general tienen efectos positivos en varios ámbitos, pueden generar altos grados de adicción y dependencia. Esa es la teoría que presenta el psicólogo español Enrique Echeburúa, quien visitó nuestro país esta semana para exponer sobre la adicción a la tecnología y la ludopatía, en seminarios organizados por la red Al Sur de Nosotros.

 

«Las nuevas tecnologías son fantásticas, no se trata de demonizar lo que son. Nos facilitan la vida, pero de todo se puede hacer un mal uso. Tenemos que marcar límites. Pasa lo mismo con un auto. Si conducimos bajo los efectos del alcohol o a 300 kilómetros por hora, estamos haciendo un mal uso de él», explica Echeburúa.

 

El psicólogo explica que existen distintos tipos de adicción: a internet, a las redes sociales, a los servicios de mensajería como WhatsApp. Pero todos se basan en la necesidad de estar constantemente conectado.

 

«Un adolescente que en la noche se queda navegando hasta tarde y al acostarse no apaga el teléfono o lo pone en silencio, sino que lo deja vibrando y lo pone debajo de la almohada para sentir cualquier mensaje que le llega, eso es un mal uso que puede denotar adicción», indica.

 

La habilidad tecnológica y el conocimiento que tienen de los nuevos productos hacen que el segmento juvenil sea el que tiene más riesgo de caer. Por ello es necesario el trabajo de padres y educadores desde una edad temprana. «Tiene que haber programas en la escuela que enseñen a los niños a usar estas nuevas tecnologías y los padres tienen que estar atentos. No pueden ser ignorantes de lo que hacen sus niños y adolescentes cuando se encierran en la pieza a navegar por internet. No sabemos qué objetivo tienen cuando lo hacen».

 

En este mismo sentido, Echeburúa advierte que hay que limitar la exposición que tienen los niños menores a este tipo de tecnologías. En vez de comprarles un tablet, que usen el de los padres para jugar de vez en cuando. «Los niños no tienen porqué tener un smartphone o un iPad. Pueden tener un teléfono básico, para comunicarse con sus padres, pero no necesitan un smartphone a esas edades. Hay que regular para no darles acceso a una tecnología demasiado potente para ellos. No le podemos dar un auto de última generación a un niño. La potencia de la tecnología debe estar en relación a la edad y el grado de madurez del menor», explica el psicólogo.

 

Aprender a desconectarse

 

Otro ámbito que se ha visto ampliamente afectado por la tecnología, según Echeburúa, es el del trabajo. Si hace algunos años la idea de llevarse trabajo a la casa no era común, hoy muchos jefes esperan que sus empleados estén disponibles 24 horas al día a través del correo o incluso servicios de mensajería. «Las personas están constantemente localizadas. Fuera del trabajo están localizadas, durante el fin de semana están localizadas, incluso fuera de su país. Es necesario tener una disciplina clara parar separar la vida laboral de la personal», advierte el español.

 

El problema es que si bien uno puede establecerse límites propios, eso no significa que el sistema corporativo los vaya a respetar. Echeburúa reconoce que esto puede pasar, pero indica que la mejor solución es fijar límites desde el principio, para evitar malentendidos. «Hay que establecer las reglas del juego porque si no entramos en una dinámica patológica todos. Si el ambiente es insano, no podemos justificarlo para no desmerecer el conjunto».

 

«Se abusa innecesariamente del término urgente. La mayor parte de las cosas no son urgentes. Hay excepciones, y una persona puede hacer la mayoría de las cosas en su jornada de ocho horas. Para el bienestar emocional de una persona, tiene que ser consciente de qué pertenece a su vida personal y cuándo ésta empieza. Hay que encontrar ese punto de equilibrio e imponerlo», concluye.

www.emol.com

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